Estábamos bien, con un susto de su puta madre pero estábamos bien...mi madre no tanto, ella lloraba sin cesar. Mujeres. Mi padre dejó que se desahogará porque no era para menos, después de sentir y escuchar cómo la casa se estremecía y tronaba cómo nunca nos hubiéramos imaginado que algún día pasaría ¿qué otra cosa podía hacer?
Cómo es habitual en éste tipo de sucesos, la luz se fue, y es por ello que en ése momento no teníamos la chance de saber a través de la TV ni de la radio sobre la real magnitud del desastre ocurrido. Ni idea teníamos que en esos segundos de absoluto terror que muchas vidas humanas habían terminado ya, y que otras muchas, muchísimas más, estaban en agonía y que igual se irían apagando conforme fueran pasando los minutos, las horas, los días y las semanas próximas.
Recuerdo que junto con mi padre revisamos la casa y sólo pudimos hallar un par de cuarteaduras leves en el muro del ventanal que daba a la calle y que habían rasgado el papel tapiz, nadie sabía si las cuarteaduras ya estaban de por si, o si se acababan de hacer a causa del temblor.
Después de revisarlo todo y estando todos tranquilos, subí junto con mi padre a su auto para ir a la otra casa en donde él en ése entonces tenía su negocio.
Apenas iniciado el trayecto veíamos a grupos de personas que en las calles platicaban sobre el desmadre que acababa de ocurrir. Veía a varias señoras: unas sentadas en las banquetas y otras a las puertas de sus casas, unas aún llorando y otras abrazándolas. Mucha más gente que caminaban de prisa de aquí para allá y de allá por acá. Era un caos de gente en la calle.
Durante el camino, mi padre, fiel a su costumbre, prendió el radio del carro. Fue por ése medio que poco a poco nos fuimos enterando del desmadre provocado por el que hasta ése momento creía yo que había sido sólo un temblor hijo de puta tan fuerte que me había hecho intentar detener mi casa con mis brazos de tanto que el puto la sacudía. Pero al transcurrir de los minutos, acabó siendo un terremoto según la información que se nos daba en la radio:
-"...nos informa el sismológico de no sé dónde que esto que acaba de ocurrir ya no fue un temblor en si, sino qué prácticamente fue un terremoto de no sé que madres en la escala de no sé que otras madres..." Decía el locutor del que no recuerdo ni su nombre ni la estación desde donde transmitía.
-"...me informa el reportero X que una casa se derrumbó por acá... y otra por allá..."
-“…ustedes disculpen…tenemos problemas de comunicación…”
-"...todo el edificio se desplomó...los semáforos no funcionan...no hay luz… se necesitan los cuerpos de rescate, urge que vengan a ayudar..."
-"...tenemos información de que hay varios muertos por el rumbo de allá porque el lugar donde trabajaban se vino a tierra quedando enterrados bajo los escombros..."
-"...el hotel tal por cuál se cayó...todo el hotel se derrumbó...otro edificio más allá se ve igual de dañado...no nos podemos acercar más por el peligro latente de que el edificio se venga abajo...hay gente atrapada...alcanzamos a escuchar sus gritos pidiendo ayuda pero no podemos hacer nada...nada…”
-"...No sé, no lo sé...me estaba yo bañando cuando sentí que todo se movía y cómo pude me salí corriendo...mire cómo quedo mi casa...mi hija señor, ella se fue a trabajar...dicen que se cayeron muchos edificios... ¿es cierto eso señor?...por favor, qué alguien nos diga algo...los teléfonos no funcionan...mis hijos no sé dónde están…esa vecindad está tan dañada que en cualquier momento se viene a tierra…"
Esas eran algunas de las frases que de forma muy vaga recuerdo haber escuchado esa mañana a través del radio del carro de mi padre.
-"¡Uta! Entonces sí qué estuvo grave el temblor" me decía mi padre.
-"...México está de luto señores...no queremos ser irresponsables con la información que tenemos… pero seguramente serán cientos de muertos los que habrá dejado éste terremoto que ha sacudido a la Ciudad de México…"
“…cientos de muertos...”
Mientras avanzábamos mi padre y yo volteábamos a ambos lados con cierta avidez morbosa esperando ver las evidencias del desmadre narrado en la radio. No veíamos nada de eso. Las casas en su mayoría y a primera vista parecían no sufrir daños. Las únicas evidencias visibles eran unos cuantos cables de la luz que yacían tirados. Sólo el ulular apenas perceptible de algunas sirenas de patrullas, ambulancias, camión de bomberos o qué sé yo, nos daba cuenta que en alguna parte muy lejana de la ciudad había tal agitación y de tales dimensiones descritas en la radio.
-"...Nos acaban de informar que el edificio X en Tlatelolco está derrumbado..."
-“Por donde vive Malena” decía mi padre.
Mientras que en la radio seguían narrando el caos, nosotros con ciertas dificultades seguíamos avanzando ya que los semáforos no funcionaban.
Cuando llegamos a la casa, con precaución, pero de forma inmediata, mi padre revisó que todo dentro de ella estuviera bien, y salvo el hecho de que las paredes contiguas a las casa de cada lado que parecían haberse separado unas de otras todo estaba bien. Todas las casas alrededor igualmente estaban bien.
....pero en la radio trataban de seguir reportando el indescriptible escenario de la devastación.
Pasarían unas 2 horas más cuando por fin pudimos ver las primeras imágenes que daban cuenta del desastre. Esto fue a través de uno de esos periódicos chafas que quién sabe cómo le hacen que cuando ocurre algún evento de escándalo son los primeros que imprimen la nota y los sacan a la venta a través del típico voceador y con la tinta aún fresca en el papel.
-“¡Tssss…mira nada más cómo quedo ése edificio!” Me decía mi padre mostrándome las fotos de las que ya no tendría caso describirlas porque son las que seguramente ya habrán visto en infinidad de veces. Sólo recuerdo que no me podía imaginar que algo así estuviera pasando en la misma ciudad donde yo vivía.
Y se me hacía difícil de imaginarlo porque creía que esos desmadres sólo podían ocurrir en otros países, de esos que decían en la tele y en los periódicos, y no es que yo me pusiera a leer el periódico a esa edad. Lo sabía a través de mi padre quien me explicaba las fotos de los desastres que eran noticia. Así crecí viendo a mi padre con su hábito diario de leer el periódico y su inquebrantable secuencia de lectura informativa: politica-negocios-deportes-policiaca-espectáculos.
Por eso creía en ése entonces que devastaciones así sólo podían pasar en países en guerra cómo Irak o El Líbano. Creía que eso sólo podía pasar en países de Asía cómo Japón o China. Pero no, esas mismas imágenes que yo veía de otros países habían sido tomadas en mi ciudad Chilanga.
…y nunca supe en ése entonces que eso pasara en países pobres cómo Bangla Desh, Etiopia…o cualquier otro país cómo Haití.
Pasarían 2 días para que yo fuera testigo directo de los resultados del terremoto:
Fue en Tlatelolco cuando vi aquel edificio que cómo elefante arrodillado estaba derrumbado casi sobre si mismo, pero más de un extremo que del otro. Sirenas por aquí y por allá. Gente que a lo lejos se perdía entre los restos del edificio caído tratando de remover escombros en medio de una chingada polvadera de su puta madre. Maquinaria pesada. Soldados. Gente, mucha gente que transitaba ya con indiferencia ante aquel edifico derrumbado por la naturaleza.
¿Qué otra cosa podían hacer ellos?
Después de platicar con Malena quien nos daba detalles de todo lo que pasaba en Tlatelolco nos fuimos de ahí. Esa fue la única ocasión que fui testigo directo de las consecuencias de un terremoto. Nunca fuimos a la zona de mayor afectación.
Pese a que han pasado los años, aún tengo en mis recuerdos todo lo anteriormente narrado, y reviven hoy en mí por lo ocurrido en Haití que es algo mucho peor. Me resulta inimaginable cómo estará ahí. A pesar de las imágenes que a través del televisor vemos a diario me resulta imposible imaginar que más de la mitad de las viviendas de ése lugar estén destruidas. Qué se esté volviendo cosa común para ellos ver muertos tirados en las calles cómo si fueran cualquier basura y que cómo tal son echados a cualquier pinchi hoyo excavado por alguna insensible maquina…eso si bien les va.
Es triste ver cómo son arrojados a la verga los restos de todos esos pobres infelices que quedaron atrapados y destrozados entre el cascajo de la devastación.
Cómo sino fuera suficiente mala suerte el ser haitiano todavía les pasa eso. Puta vida culera.
Lamentable es el hecho de que muchos de los que han padecido las consecuencias de ese evento y sobrevivido, no nos podrán contar sus lastimeros testimonios porque si no tienen ni para comer, mucho menos tendrán para una chingada computadora y un puto Internet cada vez más caro.
Haití, P...obres D...iablos.
"...Es un castigo de Dios..." Dicen por ahí...