más de un beso me dieron (y más de un bofetón).
Joaquín Sabina.
Casi para llegar a dicha avenida vi a una puta un poco apartada de las demás recargada sobre un poste del alumbrado público. Al pasar por detrás de ella vi que llevaba una blusa negra de encaje delgado que le "cubría" toda la parte superior de su cuerpo, pero de la cintura para abajo se le veía todo porque llevaba una falda de no sé qué tela totalmente transparente.
a webo!
Sus tremendas nalgas redondas y grandotas estaban sostenidas por un hermoso par de piernas y sólo estaban “cubiertas” cómo les decía, por una falda transparente y un hilacho en medio de sus portentosas nalgas que ni a tanga llegaba.
Al notar cómo estaba babeando por ella y a pesar de estar acostumbrada a los escuincles babosos cómo yo, a la puta le entró el “sospechosismo” y queriendo “correrme” me preguntó:
¿Qué se te perdió? ¿ Vas o qué?
“N... no, nada” le contesté un tanto nervioso y no tanto porque me diera temor sino por el hecho de que una mujer casi desnuda me estuviera hablando.Imaginense a esa pinche edad.
Y fue en ese momento, un momento de esos tantoa en los que sin pensar en lo que voy a decir y sintiéndome El Juan Sin Miedo chingón le dije:
“Oye, no te molestes, pero… Qué chingonas nalgas tienes”
“¿Cómo?” Preguntó la puta haciendose la pendeja queriendo aparentar que no había escuchado bien pero dejando ver claramente un semblante de orgullosa vanidad.
“Qué tienes unas nalgas preciosas” le repetí, y una leve sonrisa se dibujó en sus labios y volteó su rostro hacía el otro lado de donde estaba yo.
Victoria.Pensè.
Pero, pendejo cómo siempre, la cagué.
Y la cagué porque en vez de irme victorioso no lo hice, al contrario, me acerqué a ella y con toda sinceridad le pregunté:
“¿Oye, sí eres mujer verdad?
(Es que en estos pinches tiempos uno ya no sabe qué pedo).
¡Uta madre! No lo hubiera dicho porque su reacción fue de los peor:
“¡Pendejo, soy más mujer qué tu pinche madre y tengo más pinches webos qué tú!”.
Así me contestó bien pinche encabronada.
Al ver su enojo lejos de amedrentarme qué me gana la pinche risa dentro de mì. Pero, para mayor coraje de la puta sin poder contener màs... qué me echo a reir y que me voy de ahì.
Y sí, sí era mujer.
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Tenía una vecina llamada Jazmin dueña de una de las nalgas más espectaculares que haya visto.
Y es que èse era el pedo con ella, casi nunca andaba a solas la cabrona.
Un día, de pura “casualidad”, me la encontré en la calle. Al verla me acerqué a ella poniendo cara de sorprendido.
“Hola ¿a dónde vas?” Le pregunté.
“¡Ah! Hola, eh... a mi casa” me contestó.
“¿Te acompaño?, yo también voy por allá, le volví a preguntar.
“Sí, vamos”, contestó.
Y sin mucho preámbulo por estabamos a dos calles de su casa y cómo era difícil hallarla a solas le dije:
“Este... mira, te voy a decir algo pero es en buena onda eh…”
Volteó a verme haciendo un leve gesto en su mirada de incertidumbre.
“Mira, cómo casi no tengo la chance de verte y platicar contigo a solas dejame decirte que tienes las nalguitas mas hermosas que haya visto”:
Ella de inmediato abrió sus ojos y su boca con un gesto que denotaba una grandìsima sorpresa e inmediatamente hizo su cara de lado e inclinando un poco la boca quiso taparla con su pequeña mano blanca queriendo ocultar una ya visible sonrisa nerviosa... Y sin poder contenerse más... que se echa a reir.
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Tiempo después, al darme cuenta que nunca iba a tener esas bellas nalgotas entre mis manos, en la última platica que tuve con ella le pregunté el por qué no quería salir conmigo, a lo que ella con harta sinceridad me respondió:
"Porque ustedes los hombres nada más van a lo que van y ya".
"¡Chales! -le respondí igualmente sin pensar- ¿y a poco cuando tú ves a un chavo que te late un chingo no te dan ganas de que te dé una buena cogida?"
Ella, a pesar de conocer mi "sinceridad", volvio a abrir sus ojos cuasi verdes llenos de sorpresa y a pesar de taparse la boca...
... que le vuelve a ganar la pinche risa...
... Lástima de nalgototas qué tenías pinche Jazmìn buenota.
Pinche sabrosa.